Buenas jineteras y alcohol están bajo control
la escuela y el monte de piedad son propiedad del señor Matanza
El decide lo que va, dice lo que no será
decide quien la paga dice quien vivirá
Esa y esa tierra y ese bar son propiedad
son propiedad del señor Matanza
Y a mi ñero llevan pal monte
Y a mi ñero llevan pal monte
Y mi ñero que lo llevan y se van los que matan ¡pan pan!
son propiedad del señor Matanza
Mano Negra
Languidece irremediablemente la ciencia y la educación públicas en Colombia. Los pocos recursos que tiene la nación colombiana para la evolución de estos campos tan trascendentales son ahora -y han sido- exprimidos por sus endoparásitos tecnócratas. Mientras tanto, estos especímenes premian a criminales, bancos y grandes corporaciones, menoscabando la participación ciudadana en la construcción de un efectivo sistema público de ciencia e investigación; que responda a las expectativas del pueblo colombiano de cara al nuevo milenio. Esto es más cierto cuando se constata que el discurso del crecimiento económico aún fundamenta la política actual en el paìs.
Nuestra condena es justamente la dependencia a esta ceguera productivista , la cual no reconoce en la ciencia -entendida aquí también como investigación- a un campo propicio para la educación, la cultura, la economía y, en general, para el bienestar social (1). Ceguera que nos lleva hacia el abismo y la tragedia. Hacia la represión y la violencia como prácticas constantes frente a los reclamos sociales, los cuales son desfigurados ante la debacle financiera de los estados.
En Colombia, para el presupuesto general de 2008, por ejemplo, fueron destinados casi 9 billones de pesos en protección social y defensa, que equivalen a 40 por ciento del total presupuestal para esta vigencia. Años luz del pobre presupuesto que nuestro estado destina para la ciencia, y en favor más bien del control sobre la naturaleza física y el hombre (2). Sin embargo, la investigación en salud sigue siendo precaria y es casi un lujo, mientras los recursos de defensa son destinados para violar la intimidad personal y para patrocinar la recompensa por el homicidio. En este caso la universidad pública también es mancillada y el papel de la ciencia termina por desdibujarse desde los escritorios.
Tal el caso de Jaime Alberto Camacho, rector de la Universidad Industrial de Santander, para quien los líderes estudiantiles constituyen obstáculos que deben ser eliminados (Cf. "Conversacion de Jaime alberto camacho rector uis con paramilitares"). Nada más bárbaro cuando lo que se busca es la libertad de cátedra y de investigación. Por eso la ciencia hoy está perdiendo su verdadero papel como garante del bienestar de la sociedad colombiana. Se constituye en un espacio para el cual no fue creada y las posibilidades de innovación se ven menguadas por oscuros intereses.
Es aquí cuando se criminaliza la protesta para intentar tapar el sol con la mano y las manifestaciones reivindicativas se convierten, de buenas a primeras, en escenarios de crimen y vandalismo que se debe reprimir. Ideas muy cercanas a la visión industrial de la United Fruit Company (léase Las Bananeras), aunque ahora practicadas mucho más sutilmente y con el histórico y renovado apoyo de la tecnocracia (3). La tecnología, la educación, la investigación, en fin, la ciencia misma, puestas como medios para fines políticos. Nada más ajeno al compromiso que la ciencia tiene para con la evolución y la sostenibilidad humanas.
-CIENCIA +VIOLENCIA = -SOCIEDAD +APATÍA
Tal vez esta ecuación pueda resumir la infortunada situación. Las prácticas políticas de los últimos años así lo señalan también. El anterior caso de la Minga Indígena ilustró sobre esta sistemática violación de derechos humanos a que han sido sometidos estudiantes, sindicalistas, obreros, profesores, indígenas, en fin, con la supuesta fundamentación en valores democráticos. No obstante nada más lejano de la realidad cuando algunos mercenarios acompañan frecuentemente a la policía con el objeto de disparar contra el mismo pueblo (Véase: "Policía dispara contra indígenas en marcha (Colombia) CNN"), o contra sus líderes y familiares. Como en diciembre pasado, cuando fue asesinado Edwin Legarda, compañero de Aida Quilcué, Consejera Mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca y líder activa de la Minga Indígena (105 vainillas de fusil fueron encontradas en la escena del crimen (Véase: "Edwin Legarda Asesinado"), ¿por qué acelerar tantas balas para acabar con la vida de una persona cercana a esta defensora de derechos humanos, mientras los verdaderos delincuentes hacen de las suyas? ¿Por qué estas desquiciadas acciones de nuestro ejército cuando se sostiene la inexistencia de un conflicto armado? Son muchas las preguntas surgidas en torno a la anomia a que hemos llegado en los últimos años.
Otro botón de esta muestra se toma del pasado mes de mayo. Manuel*, estudiante de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, sintió también escapar su alma gracias a la fuerza pública, pues un policía del escuadrón antidisturbios le disparó un artefacto directamente a su cabeza, causándole una herida que necesitó de cuatro puntos de sutura. Es el colmo que aún sigan siendo frecuentes tales prácticas. En el caso particular de Manuel muestra cómo se ha vuelto común para el establecimiento criminalizar la protesta con el objeto de justificar sus amañadas acciones, que distan leguas de ser populares, en el buen sentido de esta palabra -no en el creado desde las encuestas.
Las armas deben ser para la defensa del pueblo, porque de este emana el poder público y la legitimidad en cuanto al uso de aquellas, y no para su represión. Por eso Manuel y su familia, que len han pagado tributo al estado mismo, no entienden cómo una fuerza represiva pueda hacer esto con unos muchachos que lo que están buscando son mejores oportunidades para su vida. Sin embargo, esto es lo que menos importa en la actualidad, según un desfigurado esquema democrático. El mismo Manuel comenta irónicamente que si hubiera muerto lo hubieran presentado quizá como a un guerrillero o tal vez un miliciano falso positivo. Pero hoy damos gracias a Dios porque aún puede asistir a las aulas del alma máter, buscando terminar sus estudios para conseguir un futuro tal vez mejor. En donde la brutalidad de la fuerza no opaque la razón y la vida.
Las armas deben ser para la defensa del pueblo, porque de este emana el poder público y la legitimidad en cuanto al uso de aquellas, y no para su represión. Por eso Manuel y su familia, que len han pagado tributo al estado mismo, no entienden cómo una fuerza represiva pueda hacer esto con unos muchachos que lo que están buscando son mejores oportunidades para su vida. Sin embargo, esto es lo que menos importa en la actualidad, según un desfigurado esquema democrático. El mismo Manuel comenta irónicamente que si hubiera muerto lo hubieran presentado quizá como a un guerrillero o tal vez un miliciano falso positivo. Pero hoy damos gracias a Dios porque aún puede asistir a las aulas del alma máter, buscando terminar sus estudios para conseguir un futuro tal vez mejor. En donde la brutalidad de la fuerza no opaque la razón y la vida.
La educación pública colombiana evoluciona de tal manera en un ambiente de incertidumbre y desasosiego, donde el pensamiento crítico cede ante la violencia de la fuerza y del pensamiento hegemónico. En las escuelas oficiales se sigue enseñando el inglés, en tanto son desechados las lenguas originarias americanas y el portugués como segundo idioma regional suramericano. Y los colegios acentúan este rumbo, de forma que al final se tenga mucho conocimiento basura, el cual pueda servir para la presentación de algunas pruebas, aun cuando no para la vida misma.
Por su lado, la educación superior pública, que estaría encargada de la noble tarea del avance científico, educativo y tecnológico, es hoy más pensada en el país como un negocio o un foco de crimen que como un bien estratégico nacional. Basta señalar las constantes rebajas en los presupuestos estatales -cuando es que los hay- para sostener su funcionamiento y el estigma con que son tratados los estudiantes de estos centros. A ella pueden acceder cada vez menos personas y su inserción en el engranaje cultural y económico es muy precario. Por estas y otras razones más ya se calificó a nuestra educación superior como “centralista, inequitativa, tradicional y privatizante” (Cf. "La responsabilidad histórica de la educación en Colombia. Amenazas a la universidad pública").
Ahora, si se considera que la población en edades entre los 17 y 65 años en Colombia, que sobrepasa los 25 millones de habitantes según proyecciones del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, se tendrá que sólo un millón y medio de estos potenciales técnicos, tecnólogos, profesionales, maestros, doctores, en fin, de científicos e investigadores, tiene acceso a este tipo de estudios superiores en instituciones tanto públicas como privadas. Lo cual representa apenas el 6 por ciento de nuestro potencial humano dedicado a tan honrosos menesteres. Lástima que las cifras oficiales muestren panoramas demasiado positivos, no obtante la definición legal de lo que es la educación superior permite acoger en este costal a una infinidad de centros educativos de diversa índole y calidad -instituciones técnicas profesionales, instituciones universitarias, escuelas tecnológicas y universidades- y, asimismo, cifras que sobrepasan el millón de estudiantes superiores (4).
Mientras tanto la cuestión de la tecnología no deja de ser otro dolor de cabeza para el futuro inmediato. No hace falta una observación aguda para caer en la cuenta de que la mayor parte de máquinas y los conocimientos asociados a éstas provienen allende nuestras fronteras. Traemos aviones y celulares de Brasil, computadores y carros de Estados Unidos y toda suerte de aparatos electrónicos desde Oriente. No obstante lo incorrecto no sea importarlos, sino más bien el hecho de que aún no tengamos la capacidad científica para comenzar a innovar también en estos sectores tan importantes para la economía y la cultura contemporáneas. Por esto podemos decir con el poeta:
Manzana malsana
El peor mal que nos pueden hacer
es desarrollarnos,
industrializarnos,
obligarnos con violencias tecnológicas
a perder la integridad de la mente
con la manzana malsana del progreso material,
queso podrido de sistemas
que envenenan el alma
y el agua pura de la fuente original.
El único progreso es hacia el ser,
volver a ser raíz
de origen celestial.
Para romper el hielo
no es necesario el whisky.
Angelita(5)
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(1) Según entiende Salvador López Arnal y en relación con las ideas del maestro Manuel Sacristán, “la política de la ciencia era fundamentalmente política de la investigación y, como tal, para cualquier reflexión, siempre pensó que era conveniente situarla en relación con la política educativa -con la que formaba parte de la política cultural general- y con la política económica -con la que formaba parte de la política sin adjetivos.” Cf. Riechmann, Jorge y otros. Perdurar en un planeta habitable. Barcelona: Icaria, 2006. P. 221.
(2) Como anota Lewis Mumford “El peligro para la democracia no proviene de ningún descubrimiento científico ni de las invenciones electrónicas. Las compulsiones humanas que dominan la técnica autoritaria de nuestro tiempo se remontan a un período anterior incluso al de la invención de la rueda. El peligro procede del hecho de que, desde que Francis Bacon y Galileo definieron los nuevos métodos y objetivos de la ciencia, nuestras grandes transformaciones físicas han sido efectuadas por un sistema que deliberadamente elimina toda personalidad humana, ignora el proceso histórico, abusa del papel de la inteligencia abstracta, y hace del control sobre la naturaleza física, y por último del control sobre el propio hombre, la finalidad principal de la existencia.” Ibid. P. 191.
(3) Este es un modelo administrativo moderno ampliamente apoyado por los entes estatales colombianos, el cual plantea que “lo verdadero conlleva lo bueno”, que “la verdad habla con el poder; Sobre la base de hechos científicos, el poder que se ejerce es efectivo. No hay límites al progreso del control del hombre sobre su entorno, y no hay límites al progreso material y moral de la humanidad.” Ibíd. P. 157. Es la idea del crecimiento entronizada como principio de acciòn pública.
(4) Al respecto puede revisarse la Ley 30 de 1992, “Por la cual se organiza el servicio público de la Educación Superior” y se estipula èsta como “un proceso permanente que posibilita el desarrollo de las potencialidades del ser humano de una manera integral, se realiza con posterioridad a la educación media o secundaria y tiene por objeto el pleno desarrollo de los alumnos y su formación académica o profesional.” Y aunque se señale también allí que “será accesible a quienes demuestren poseer las capacidades requeridas y cumplan con las condiciones académicas exigidas en cada caso” (art. 5), lo cierto es que poco más de un millón de personas de entre 25 millones constituyen sólo un sector privilegiado de este potencial.
(5) Tomado del libro Todo es mío en el sentido en que nada me pertenece del poeta Gonzalo Arango.
*Por seguridad del estudiante hemos cambiado el nombre del estudiante y hecho una entrevista personal para evitar el uso de teléfonos y otros tipos de comunicación que podrían verse interceptados, restándole libertad a la expresión del entrevistado.
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