sábado, 17 de octubre de 2009

LA FUERZA NO PUEDE ACABAR CON LA UNIVERSIDAD PÚBLICA

politik need force politik need cries
politik need ignorance politik need lies
Manú Chao

Mientras los presupuestos para la guerra sigan creciendo en nuestros países es claro que la educación superior va a verse afectada en uno de sus sectores más críticos: el financiero. Y tal como lo ha dicho el señor rector de la universidad "por más de 16 años las universidades mantienen su presupuesto congelado de forma que (para la Universidad Nacional, por ejemplo) en el año 2010 el aporte de la Nación para funcionamiento solo cubrirá gastos de personal y en los próximos años ni siquiera eso."* De suerte que rellenar esos huecos faltantes en el presupuesto institucional significa el deterioro en el carácter público de la misma. Y lo peor de todo es que, según el citado rector, en el presupuesto para el próximo año no existe la compensación financiera prometida por el presidente a los rectores del Sistema Universitario Estatal, hace casi un año atrás. Una situación que vaticina un oscuro panorama para la educación pública, frente al atraso histórico a que ha sido sometida por el Estado colombiano.

Esta realidad espetada por toda clase de autoridades académicas desde mucho tiempo atrás forma parte del terrible estado en que se halla la educación, la ciencia y la tecnología en el país. Basta solo caminar por alamedas y pasillos de la Universidad Nacional en Bogotá para darse cuenta de que una gran cantidad de estudiantes están en los más duros aprietos económicos para sacar sus estudios adelante. Snacks, gaseosas, galletas, brownies, empanadas, pasteles, jugos, bombones, chicles, agua, música, películas, collares, aretes, cigarrillos, llamadas telefónicas, frutas, sanduches, entre una infinidad de productos y servicios que hoy en día ofrecen dichos estudiantes en el campus. Esta situación, que viene incrementándose desde hace algunos años atrás, también revela la ineficacia de oficinas como la de Bienestar Universitario, la cual, más bien, con su negligencia, contribuye con el malestar que está viviendo en esta hora toda la comunidad académica, de la única universidad estatal que es patrimonio de toda la nación colombiana.

Toda esta coyuntura educativa y social desembocaría infelizmente en la presión ejercida por una parte de la comunidad universitaria contra el señor rector el día de ayer, para que se hiciera presente en el auditorio León de Greiff, con el fin de explicar la situación presupuestal ante los diversos estamentos universitarios. Pero la cosa pasó a más cuando, luego de controlada la situación de presión contra el directivo, la policía irrumpió en el campus, llegando hasta la plaza Che Guevara, donde lanzaron gases pimienta contra los presentes en los alrededores y capturaron algunas personas que corrían despavoridas ante los armados. Según la agencia universitaria de noticias “miembros de la fuerza pública irrumpieron en el campus para controlar a algunos de los manifestantes que permanecían todavía reunidos.” ¿Manifestantes reunidos? ¿Dónde? La tal manifestación fue algo más bien momentáneo y no organizado como lo quieren hacer ver los medios y las autoridades. Tomar el todo por la parte para justificar la utilización de la fuerza represiva no es el mejor camino para la democracia, antes bien es su debacle.

El triste destino de quienes estudiamos en las universidades públicas (triste, como lo diría el mismo rector) no puede solucionarse meramente con un decreto o alguna resolución administrativa; mucho menos por la fuerza. Esta una situación que afecta el futuro y la seguridad nacionales. En este orden de ideas no puede pedirse que tal manifestación dentro del campus sea vista como un acto terrorista. Dada la trascendencia la temática presupuestal no es entendible que la actual administración no haya informado de manera clara y oportuna sobre estos faltantes presupuestales, máxime cuando estamos a casi dos meses del término de esta vigencia y la financiación gubernamental nacional sigue en veremos.

La educación, la ciencia y la tecnología son también temas de seguridad nacional como lo son otros relativos a la defensa. Pero debilitar los primeros sectores, en beneficio de los segundos, constituye un tránsito paulatino hacia la dependencia y por lo tanto hacia la pérdida de autonomía, soberanía y ciudadanía. Estos temas no pueden verse en blanco y negro. La cantidad de matices que evidencia la actual problemática devela los desaciertos de varias administraciones para el manejo del tema educativo.

Basta poner el ejemplo de un foro departamental de educación a realizarse en el corregimiento de La Chorrera, Amazonas, en agosto de 2008. A éste no asistieron ni los delegados del Ministerio de Educación Nacional, ni los de la Secretaria de Educación Departamental de Amazonas, dejando a la comunidad al borde de la anomia por el desprecio mismo de la administración estatal para la planificación participativa en educación étnica. Por no hablar aquí también de las fallas estructurales en un sistema que no ofrece oportunidades a la mayoría de bachilleres que hoy en día están saliendo de los miles de colegios ubicados a lo largo y ancho del país.

Finalmente, la situación de la educación pública superior sigue aquel mismo rezago. Cada día los programas de bienestar universitario se ven reducidos por las presiones presupuestales, mientras son esperadas y recibidas algunas donaciones para el mejoramiento de la infraestructura, pues el recorte estatal a las finanzas del sistema universitario viene siendo exponencial. Mientras los policías motorizados entran al campus con fusiles y lanza gases, en contubernio con la seguridad de la misma universidad, para dispersar a quienes con la palabra y el diálogo hemos venido elaborando otras alternativas pacíficas en medio de esta confusión.

Fundamentar el poder en la ignorancia y las lágrimas del otro no es una política de bienestar social y mucho menos de fomento a áreas tan vitales para el avance de los colombianos, de cara al siglo XXI. Postergar los reclamos frente al injusto e inequitativo sistema público de educación es una afrenta para la juventud y la niñez, especialmente para quienes están entre esos casi 20 millones de colombianos que actualmente viven en la pobreza. Esos colombianos que hoy en día están en los pasillos de las universidades públicas ofreciendo sus productos o sus servicios, con el sueño azaroso de algún día poder trabajar dignamente o, al menos, terminar sus estudios, ya que el sistema mismo procura hacerlos a un lado, en un intento por homogenizar y esclavizar el pensamiento y la acción.

Es claro que la sociedad nacional necesita de su universidad nacional pública y para el beneficio de quienes de otra manera no podrían ver concretado su derecho a la educación superior. Pensar de otra manera sería hacerlo desde el individualismo, a sabiendas de que la organización social es la única que puede encargarse de estos asuntos colectivos. De aquí también que sea necesario conservar el espacio del diálogo como única vía para superar la actual coyuntura. De otra manera sería continuar en el salvajismo político –el cual practica los vicios más prominentes de la organización artesanal, tal como el personalismo- y el fomento de la anomia social. En consecuencia, esto no es una cuestión de subsidios para dar a dos, tres o quince amigos, sino que se trata del futuro de millones de colombianos que apuestan por un mejor mañana para sus hijos, el cual aún no se ve hoy asegurado.

*La universidad pública, en peligro. Por Moisés Wasserman En: http://www.mineducacion.gov.co/observatorio/1722/article-201648.html, accesado el 17 de octubre de 2009.