martes, 9 de junio de 2009

A 80 AÑOS Y UN DÍA DEL ASESINATO DE GONZALO BRAVO PÉREZ

El tiempo de la prosperidad a debe desemboca en la turbulencia económica y social de finales de los años 1920s. Por esto las manifestaciones de 1929 en contra de la masacre de las bananeras y el nombramiento del General Cortés Vargas en la comandancia de la policía capitalina serían reprimidas por la guardia presidencial. Estos cuerpos asesinarían el día 8 de junio de ese año a Gonzalo Bravo Pérez, estudiante de leyes de la Universidad Nacional de Colombia, y quien participaba aquel día en las jornadas estudiantiles.

Lamentable situación que también volvería a repetirse en la “Atenas Suramericana” en los días de junio de 1954, sólo 25 años después. Aquel 8 las balas eliminarían a Uriel Gutiérrez. Al día siguiente serían también ejecutados entre otros Álvaro Gutiérrez, Elmo Gómez Lucich, Hernando Morales, Rafael Chaves Matallana, Jaime Moure Ramírez, Hernando Ospina López, Hugo León Vásquez y Jaime Pacheco. Entonces se llegó hasta el extremo de nombrar un coronel como rector del alma máter.

Hechos descabellados que señalan la violencia histórica contra los sueños estudiantiles y la libertad de investigación y de cátedra. Contra el proceso de construir un mejor sistema educativo superior enfocado hacia una nueva era de información, participación y conocimiento. La concentración del espíritu mezquino en el uso de la fuerza ha sido la talanquera para este avance científico, educativo y mental, mientras se distrae tales situaciones con el manto que crean los propios criminales con sus falsas banderas.

En la oscura lucha contra el olvido la luz de estos estudiantes brilla como el astro rey en el día más largo del solsticio. Por eso hoy este réquiem para no olvidar aquella infamia. La de la oposición de la fuerza contra la razón y el conocimiento. La del desprecio de la naturaleza y la cultura.

Hoy, 80 años después, el sol sigue siendo testigo de esta barbarie contra el prójimo a través de la fuerza y la violencia. Las noticias de Perú comunican por estos días la muerte de varias decenas de indígenas de la selva amazónica, con las armas que el pueblo ha otorgado a las instituciones para su defensa. Armas que hoy se han vuelto contra el hermano para desconocer el hambre y opacar el mañana de estos pueblos originarios –y por extensión de los pueblos suramericanos.

El ultraje sigue al orden del día. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia histórica. La educación superior colombiana sigue tan vilipendiada como en aquellos tiempos, siendo relegada además a los últimos lugares del sostén público.